Ya han pasado unos días pero todavía me estoy recuperando del magnífico concierto que viví el lunes (ahí está el problema, trabajar, de concierto y otra vez a trabajar sin casi dormir) y por fin ya me pongo a escribir unas líneas sobre el espectáculo.
Cronológicamente hablando empezó bien desde el punto de vista organizativo, dejamos el coche en el parking habilitado frente al hospital de Arganda y cogimos un autobus gratuito hacia el recinto en el que nos plantamos con tiempo suficiente para ver lo que tenían montado antes de que comenzaran a tocar Sôber, los primeros de la tarde en atacar nuestros tímpanos.
Como digo, aun por la tarde y ya con nubes amenazantes escuchamos encantados los primeros y contundentes acordes de los Sôber. Muy buen sonido el de los madrileños y solo el hecho de no conocer sus temas me impidió disfrutar más de la hora en que les estuvimos oyendo. Especialmente destacable me pareció su batería y para darme el gustazo se marcó un solo de batería fantástico, bueno, solo no, porque el vocalista se le unió con otra batería, aunque era de menores dimensiones. El último tema sono genial y nos dejó con ganas de algo más.
Con buen sabor de boca esperamos un buen rato hasta que los clásicos entre los clásicos, Motörhead, hicieran su aparición. Madre mía, ¿como pueden tres sesentones dar tanta caña? Pues por que son Motörhead, por eso. Lemmy y sus chicos nos dieron un estupendo concierto en el que, como con Sôber, tuvo un hueco especial el batería Mikkey Dee, el cual, ademas de sonar fantástico nos regaló otro solo de batería con el que olvidamos el anterior. Comenzaron muy bien con Iron Fist y el público bailó a muerte con Ace of Spades pero yo me quedé con la espinita de no haber oído Orgasmatron. Y eso que se lo curraron también con una hora y diez minutos de tralla.
En la próxima entrada os hablaré de Metallica, que además de ser cabeza de cartel les he seguido más en su carrera.
jueves, 17 de junio de 2010
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